La habilidad de Grillo siempre intacta. |
HOY que dejaron de existir y con proyecto de Maradona para que vuelvan a instalarse, evocar a Ernesto Grillo es atesorar a aquellos futbolistas que hicieron gala de hacerse en un potrero.
Todo un símbolo de Independiente, también jugó en Europa con la dinámica de un fútbol aguerrido y menos dado en la precisión de la pelota como él sabía hacer.
En Boca también brilló, en su etapa final en aquellos partidos de la Copa Libertadores del '60. Su paso por la selección, el inolvidable gol a los ingleses en cancha de River.
Más en forma precisa fue en el club de Núñez donde se inició, pero algunas divergencias con técnico Peucelle lo hicieron emigrar a Avellaneda. Debutó en primera a los 20 años con un triunfo del rojo sobre Platense.
Formó aquella delantera fulgurante con Michelli, Cecconato, Lacacia, Grillo y Cruz, después en el seleccionado. Campeón sudamericano en 1955, conquista frente a los uruguayos en 1956, con dos goles suyos.
Se fue a Europa, al Milan por 4 millones de pesos y le puso su impronta a legítimas campañas del club italiano. Siempre con su cintura envidiable y trato exquisito del balón.
Regresó a la Argentina, como se dijo, en 1960 para jugar en Boca, pero ya con su sapiente veteranía. Integró el plantel hasta los 38 años para luego seguir perteneciendo a la institución en la enseñanza de las divisiones inferiores.
Grillo pertenecía a esa clase de jugadores que, durante su paso por las canchas argentinas, enloquecía a los hinchas por su imagen de gambeteador nato, pisador de pelota que desairaba a los rivales. Su estirpe quedó grabada en la historia de nuestro fútbol. (Fuente Crónica).