martes, 6 de septiembre de 2011

Con los chicos, no

La sonrisa de Candela se va a extrañar.
Dolor, tristeza, indignación, bronca. Lo vivido por la sociedad con la desaparición y posterior muerte de la nena de once años, Candela Rodríguez. Lo que nadie quería que sucediera, pasó con su asesinato. Puro dolor.
Un crimen atroz, un final que nadie podía imaginarse. Porque todos vivimos con desesperación su ausencia. Todos en mayor o menor medida nos involucramos en su búsqueda. Y nos desplomamos con la noticia de su muerte. Recibimos un mazazo, un certero golpe al corazón.
 

Porque aprendimos a quererla, aún sin conocerla. Porque la imaginamos como cualquier hija de nosotros. Que va al colegio, a la parroquia, a juntarse con sus amiguitas. Y, ahora fallecida, no va a poder hacer muchas cosas que cualquier chica común hiciese con su crecimiento, como reza un cartel que anda dando vueltas por internet.
Candela estuvo desaparecida nueve días y apareció muerta en un baldío a treinta cuadras de su casa. Un final que no merecía. Un angelito que va al cielo de manera precipitada. Todavía le quedaban muchas cosas por hacer acá en la tierra, muchos sueños por cumplir y se los arrebataron.
 

Más allá de lo que se investiga y de lo que se dice de su familia, la nena es una víctima inocente. La impunidad sigue estando presente en esta clase de actos.
Quiera Dios que su almita esté protegida en el lugar donde esté. Su cuerpo se lo arrebataron de manera brutal.
Por eso, hoy más que nunca, el clamor popular grita el pedido de justicia y con una frase que es la más vituperada por estos oscuros días: CON LOS CHICOS, NO. Por MA.

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