Esta vez el campeón del Dakar 2011 fue Alejandro Patronelli, hermano de Marcos, el vencedor del año pasado. Para orgullo de la familia y de todo Las Flores.
La competencia sobre ruedas que atrapa a propios y extraños tuvo un cierre brillante. Y más si se le suma la figura de un argentino ganador: Petronelli, en la categoría cuatriciclos.
Después del recorrido en un trazado por demás exigente, el más difícil según los protagonistas de los tres desarrollados en esas tierras, con algunas dificultades como haberse roto la mano derecha y pensado en abandonar, el mayor de los hermanos pudo darse el gusto de ganar en su país.
El desánimo que tuvo cuando vio abandonar a su hermano por la lesión y porque éste no estaba diez puntos luego del accidente poco tiempo antes de la largada, que casi lo obliga a verlo desde fuera.
Pero Alejandro se repuso y volvió con todo en la última etapa para llevársela y así triunfar en la competición recibiendo todos los aplausos en mérito al esfuerzo.
"Recién caigo, salí campeón con una mano y media. Desde 2000 que no ganaba nada y ahora soy primero en el Dakar", dijo el piloto visiblemente feliz.
¿Qué pasará el año que viene? Ya lo han tentado para que se sume a los autos pero los Patronelli han declarado que ellos son de los cuatri por respeto a sus seguidores y a los sponsors que los quieren allí.
En lo demás, también se llevó las felicitaciones Javier Pizzolito, otro argentino que salió decimonoveno en las motos. Por su esfuerzo y como premio a la desgracia de 2010, cuando se le incendió su rodado antes de largar.
Las postales de la fiesta de culminación del Dakar dejó la alegría de todos los campeones y los que le siguieron en el podio.
Un párrafo aparte para el príncipe de Qatar, Nasser Al-Attyah, ganador en autos. Por su festejo tan particular con la gente, derrochó simpatía y confesó ser amante de todo lo que tenga que ver con la Argentina.
Se lo vio muy contento, tanto que ya tiene algunas costumbre nuestras como el mate. Yerba incluida, que se lleva para el principado de su país. De no creer. (Fuente Clarín).
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