Que estábamos todos ilusionados no hay dudas. Como no estarlo. Primero uno es hincha y después analiza. Pero todo se fue al mismísimo demonio.
Ahora que pasaron un par de días de la eliminación ante Alemania habrá que revisar algunas cuentas. Si sigue o no Maradona no es la cuestión. Todo lo contrario. Si no lo que se hizo mal.
Porque más allá de cuestionamientos tácticos o de si tenía que jugar tal o cual jugador, se perdió la percepción por haber ganado cuatro partidos. Forma de conducción o personalidad, puede ser.
Pero lo cierto es que la soberbia o la minimización del rival no son buenas consejeras. Las conferencias de prensa no pueden ser disloques sobre quien está a favor o en contra. Por la forma de contestar del cuerpo técnico.
Nunca tuvimos complacencia con el entrenador, pero apoyábamos. Sabíamos de quien se trataba. El ídolo máximo del fútbol nacional y su poca capacidad técnica en la conducción también, hasta ahora.
Pero el equipo bien dirigido podría haber llegado a más. La eliminatoria decepcionante clasificando casi con el último aliento no es más que una muestra clara de cómo era la cosa.
Que el mundial es otra cuestión, puede ser. Pero este mismo equipo había perdido casi siempre de visitante. De local le costó horrores y las goleadas en contra se sucedieron indiscutiblemente. Revisar el 1-6 ante Bolivia en La Paz. La noche negra de Paraguay. El baile ante Cataluña 2-4, por cifrar algunas.
Por eso, decimos que la ilusión se fue hacia Satanás. Y se viene sucediendo en forma lamentable una y otra vez. Desde el 2002 con Bielsa, Pekerman y ahora Maradona.
En un país que cuando juega la selección se paraliza todo es difícil de asimilar. Y más cuando la esperanza había ganado la calle. Esa misma que esperaba el grito que hace mucho tiempo no se escucha, que es "dale campeón". Por MA.
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