El Papa quiere cambiar la visión de la Iglesia. |
El día
que el consejo de ocho cardenales comienza su trabajo en Roma para cambiar la Iglesia, el diario La Repubblica amanece en los quioscos con una
entrevista exclusiva de su fundador, Eugenio Scalfari, con el papa Francisco.
Y, como viene siendo habitual, Jorge Mario Bergoglio dice lo que piensa con una
sencillez y una espontaneidad que, por momentos, sorprende al prestigioso
periodista, convencidamente ateo, pero no anticlerical. Hay un momento de la
entrevista en que, hablando sobre la exhortación de Jesús —“amar a los otros
como a sí mismos”—, Scalfari pone en circulación la palabra narcisismo.
“A mí”, reflexiona el Papa, “la palabra narcisismo no me
gusta, indica un amor fuera de lugar por uno mismo (…). El verdadero problema
es que los más afectados por esto, que en realidad es una especie de desorden
mental son personas que tienen mucho poder. A menudo los jefes son
narcisistas”. Scalfari le hace ver: “También muchos altos cargos de la Iglesia
lo han sido…”. El Papa acepta el desafío: “¿Sabe qué pienso sobre esto? Los
jefes de la Iglesia a menudo han sido narcisistas, adulados por sus cortesanos.
La corte es la lepra del papado”. El periodista se extraña por la dureza de la
expresión: “¿Pero cuál es la corte, se refiere tal vez a la Curia?”. Francisco
puntualiza: “No, en la Curia hay algunos cortesanos, pero la Curia en su
conjunto es otra cosa. Es aquello que en los ejércitos se llama la intendencia,
gestiona los servicios que necesita la Santa Sede. Pero tiene un defecto: es
Vaticano-céntrica. Cuida los intereses del Vaticano, que son todavía, en gran
parte, intereses temporales. Esta visión Vaticano-céntrica se olvida del mundo
que nos rodea. No comparto esta visión y haré todo lo posible por cambiarla. La
Iglesia es o debe volver a ser una comunidad del pueblo de Dios y los curas,
los párrocos, los obispos están al servicio del pueblo de Dios”.
Un Papa tan preocupado por el mundo que le rodea no escatima al entrevistador su visión de la política: “Pienso que el llamado liberalismo salvaje convierte a los fuertes en más fueres y a los débiles en más débiles y a los excluidos en más excluidos. Se necesita gran libertad, ninguna discriminación, no demagogia y mucho amor. Se necesitan normas de comportamiento y también, si fuese necesario, la intervención directa del Estado para corregir las desigualdades más intolerables”. El encuentro tuvo lugar el pasado martes, en la residencia de Santa Marta, después de que el Papa y el fundador del diario La Republica protagonizaran un pública intercambio de cartas sobre el diálogo entre creyentes y no creyentes. El Papa insiste en su intención de abrir los brazos de la Iglesia: “Cada cual tiene su idea del bien y del mal y debe elegir seguir el bien y combatir el mal como cada uno lo conciba. Sería suficiente esto para mejorar el mundo”. (Fuente elpais.com).
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